El Pez, el Pájaro y el Sistema.


La Fábula del Pez y el Pájaro

Había una vez un pez y un pájaro que vivían en el mismo bosque, aunque en mundos muy diferentes: el pez habitaba el río y el pájaro, las alturas. Un día, mientras discutían sobre cuál de los dos era más veloz, el pez propuso una competencia para resolver la cuestión.

—Organizaremos una carrera —dijo el pez—. El ganador será quien cruce el río más rápido.
El pájaro aceptó el desafío, confiando en sus habilidades para moverse ágilmente entre las ramas y los cielos. Sin embargo, el pez agregó una condición: la carrera debía realizarse bajo el agua.
—Pero yo no puedo respirar ni moverme bien en el agua —protestó el pájaro—. Ese es tu entorno.
—Eso no importa —respondió el pez—. Si eres verdaderamente veloz, deberías poder adaptarte.
El día de la competencia, el río estaba lleno de espectadores: peces de todas las formas y tamaños que habían acudido a ver a su representante triunfar. El pájaro, fuera de su elemento, se lanzó al agua. Batió sus alas con desesperación, pero el líquido lo frenaba, hundiéndolo y agotándolo rápidamente. Mientras tanto, el pez nadaba con gracia y facilidad, cruzando la meta sin esfuerzo.
—¡Gané! —anunció el pez, mientras los demás peces celebraban su victoria.
El pájaro salió del agua exhausto, tosiendo y sacudiendo sus plumas mojadas. Miró al pez y dijo:
—No ganaste porque fueras más rápido, sino porque elegiste un terreno donde yo no puedo competir. Si la carrera hubiera sido en el aire, otro sería el resultado.
El pez, orgulloso, ignoró las palabras del pájaro. Pero los demás animales del bosque comenzaron a preguntarse: ¿era justo que siempre se compitiera bajo las reglas del pez?

Moraleja:
No se puede medir la capacidad de los demás en un terreno diseñado para beneficiar a uno solo. La verdadera equidad radica en valorar las habilidades únicas de cada quien, permitiendo que brillen en igualdad de condiciones.


Algunas Reflexiones:

Esta fábula es una metáfora perfecta para entender el relegamiento de las mujeres en un sistema construido por y para los hombres, donde las reglas, los valores y los criterios de éxito responden a sus intereses, dejando a las mujeres en desventaja estructural.
Desde tiempos ancestrales, las estructuras sociales han sido moldeadas por hombres para beneficiar sus capacidades y necesidades. Como el pez que organiza la carrera en el agua, el patriarcado establece el escenario donde el éxito y la validación son posibles solo dentro de parámetros que favorecen a quienes tienen el poder: los hombres. El trabajo, la política, la educación, e incluso los ideales de belleza y comportamiento, han sido diseñados bajo esta lógica. Las mujeres, como el pájaro en el agua, se ven obligadas a competir en un terreno que no reconoce sus talentos ni potenciales, sino que los minimiza o invalida.
Un ejemplo claro de esto es el sesgo en la investigación médica. Durante décadas, los estudios clínicos y las investigaciones médicas se han llevado a cabo mayoritariamente en hombres, ignorando las diferencias biológicas, hormonales y metabólicas de los cuerpos femeninos. Este enfoque ha creado un vacío de conocimiento sobre las necesidades específicas de las mujeres, sus síntomas y sus respuestas a tratamientos. Así, el sistema de salud opera como otra carrera diseñada para los peces, donde los pájaros no solo están en desventaja, sino que incluso se enfrentan a riesgos por diagnósticos tardíos o inadecuados debido a la falta de información sobre sus propios cuerpos.
No obstante, hay momentos en los que el pájaro demuestra que su potencial brilla en condiciones distintas. Por ejemplo, en deportes de ultraresistencia, las mujeres no solo igualan a los hombres, sino que a menudo los superan. En ultramaratones y ciclismo de larga distancia, su capacidad para resistir la fatiga y tolerar el dolor les da una ventaja. Lo mismo ocurre en la natación de larga distancia, donde la grasa corporal y la flotabilidad de las mujeres les permiten rendir mejor en aguas frías y largas distancias.
En disciplinas como el buceo libre, las mujeres sobresalen gracias a un metabolismo más lento que conserva oxígeno y las adapta mejor a entornos extremos. Asimismo, en deportes que requieren precisión, como el tiro con arco o el tiro deportivo, su capacidad de enfoque sostenido y calma otorgan resultados superiores. Estas victorias muestran que, cuando el terreno de la competencia cambia, las mujeres pueden no solo competir, sino destacar.
Sin embargo, el sistema patriarcal tiende a invisibilizar estos logros o a desvalorizarlos. Incluso cuando las mujeres triunfan en terrenos que favorecen sus habilidades, el foco sigue puesto en disciplinas que privilegian la fuerza explosiva o la velocidad, donde los hombres suelen tener ventajas biológicas. Es como si el pez insistiera en que nadar es la única forma válida de moverse, despreciando la capacidad del pájaro para volar, explorar el cielo o desplazarse de otras maneras.
El feminismo, como movimiento, busca replantear las reglas de la carrera. No se trata de que el pájaro deba aprender a nadar mejor, sino de cuestionar por qué la carrera se realiza en el agua en primer lugar. ¿Por qué no se organiza en un terreno neutral, donde ambos puedan competir en igualdad de condiciones? O, mejor aún, ¿por qué no crear un sistema que valore tanto las habilidades del pez como las del pájaro, reconociendo que la diversidad de talentos es una fortaleza y no una amenaza?
Desmontar el sistema patriarcal implica cambiar las reglas que definen el éxito, redistribuir el poder y crear espacios donde todas las personas, independientemente de su género, puedan desarrollarse plenamente. Este cambio no es sencillo, porque requiere que quienes han sido los peces durante siglos reconozcan su ventaja y cedan espacio a los pájaros. Sin embargo, es una transformación necesaria para construir una sociedad justa.
En conclusión, el relegamiento de las mujeres en un sistema creado por y para hombres es como la carrera entre el pez y el pájaro: una competencia amañada desde el principio. Pero no estamos condenadas a nadar contra corriente indefinidamente. La lucha feminista nos invita a imaginar y construir un nuevo escenario. Los logros de las mujeres en deportes como ultramaratones, natación de larga distancia y tiro, junto con la urgencia de incorporar sus cuerpos en la investigación médica, son pruebas de que el terreno de la competencia puede transformarse, y con ello, las reglas que perpetúan la desigualdad. Si queremos un mundo más justo, es hora de sacar la carrera del agua.

                                                                                                                                   

Romy Revolt 


Comentarios